23 de agosto de 2009

Abro la ventana, sale el gato, hay un poco de viento y cinco chinos mirando para arriba, corro del miedo a apagar la luz, las rodillas me duelen de nervios, miro, ahí están, todos parecen señalar a mi edificio a mi piso, pero no a mi, sino al lado, una señora con su panza al fresco cuelga de una baranda, no habla, no grita, no siente, está atada, está muerta.


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